Introducción: El neogotico
Vaya uno a saber por que motivos (porque hoy por hoy todo es comercializable y lo exitoso parece responder cada vez más a una lógica caprichosa, casi azarosa) el vampirismo ha vuelto a estar de moda. El principal estandarte es sin dudas la saga Crepúsculo, un fenómeno de esos que encanta a la industria, porque no, gracias a su narración directa y a su formato en saga, solo puede vender libros a rabiar, sino que encima puede hacer películas que aunque sean mediocres garantizan ganancia. Detrás de la saga se alinean True Blood, la serie bien HBO de Alan Ball, guionista de American Beauty y creador de otro éxito del canal, Six Feet Under; también otras varias series (Being Human, Blood ties); la remake de la grosa peli de anime Blood: The Last Vampiro (con actores y en EEUU…) y hasta curiosidades, como el libro recientemente publicado por Guillermo Del Toro que es la primera parte de una trilogía sobre vampiros. Claramente, el vampirismo gana terreno.
Mas allá del suceso, hay algo claro en este repaso: desde ese culebron originalísimo que fue Buffy y el advenimiento del anime (Hellsing, tremendamente exitoso, y la estupenda Vampire Hunter son solo exponentes en una vasta tradición de manga/anime góticos, los primeros en explorar y explotar esa veta oscura del mercado joven) se ha abierto la industria cultural hacia estos sectores relacionados claramente con las oscuridades del alma introspectiva de las nuevas juventudes. Y los darks, marginados en los 90s, ocupan hoy un lugar central en la estética y el pensamiento de los jóvenes que, aun sin ser dark, cargan esa herencia de un mundo con menos esperanza y mucha soledad. La misma sensación sentían los atormentados románticos de los siglos XVIII y XIX, que en noches tormentosas escribieron esos manuscritos góticos cuya estética retoma y reformula (con mayor amabilidad y luminosidad) la cultura popular.
Pero claro, siempre que se expone demasiado una temática se corre el riesgo de que canse, de que su impacto se torne soso y las ideas se repitan. Es entendible, entonces, el rasgo de rechazo esnob (a-la-Mirtha Legrand) con que el grupo recibió mi elección, Låt den rätte komma in. Una película sobre vampiros. Sueca. Si, es entendible el prejuicio. Pero cuando las luces se prendieron llovían los aplausos, y entonces con orgullo afirme que yo mismo me iba a encargar de escribir la critica, para empujar a otras almas negadoras a ver esta gran película y obligarlos a reconocer, a regañadientes, mi triunfo. Entonces!
Los Otros
Bueno, como ya fue anotado en la larga introducción, el vampirismo ha pasado a ser terreno exclusivo de adolescentes, y si quienes consumen son jóvenes, también deben serlo los protagonistas, a quienes, en esta reescritura siglo XX de los vampiros, seamos sinceros, les cuadra mucho mejor el papel: hoy el vampiro es un ser atormentado, es otro, un incomprendido; y el adolescente es el incomprendido por excelencia. El film es, ante todo, una buildungsroman, una obra que sigue el crecimiento de dos chicos, rechazados por la sociedad. Solo que la chica es un vampiro. Salvo en términos de trama, sin embargo, eso no es relevante: se utiliza el imaginario vampirico, simplemente, como herramienta para hablar de los jóvenes de hoy, llenos de frustración y violencia, conducidos por la negligencia de sus padres al odio de si mismos y de los demás. En la primera acción de Oskar, el protagonista varón, en la película, el chico esta en su cuarto, frente al espejo, fingiendo acuchillar a alguien. También conoce de esa manera (fingiendo acuchillar a otro mientras acuchilla un árbol) a su contraparte en la otredad, la anémica (porque esta teniendo problemas para conseguir su dosis de sangre) Eli. Luego descubrimos al otro acuchillado: el joven abusador de su grado, si, pero también sus padres, sus maestras, en fin.
Una propuesta original sin dudas, un aprovechamiento muy adecuado de un imaginario totalmente desgastado ya antes de la sobre exposición siglo XXI. Pero el director no se queda con su premisa y va por más. A través del dialogo elige que su filme, lejos de un melodrama trágico, demuestre la parquedad, la dificultad de los chicos para comunicarse. Todos los planos, además de hermosos (sin caer en el preciosismo) apuntan a mostrar la gelidez cultural, una gelidez que se complementa a la perfección con el paisaje nevado, congelado de la Suecia invernal. Otra complementación perfecta. En medio del hielo (como en aquel cuento de Salinger), las pocas palabras que con torpeza y desacierto dicen Eli y Oskar, demasiado encerrados en su timidez y su autocompasión para expresarse, pero demasiado enamorados para no jugársela, derriten todo con su inseguridad y su ternura extrema. Si, esta película es una película absolutamente tierna, lejos de los extremos en que incurren otras expediciones en el vampirismo. La ternura de la pareja protagonista nos deshace una y mil veces; y entonces la película sube la temperatura con sensuales planos de los dos, en tiernos calzoncillos pero deseándose, para luego dormir desnudos. Una película irreverente, atrevida, y sin embargo totalmente clásica, que confía en el poder de la imagen para transmitir en lugar del lenguaje, en lugar de los largos diálogos explicativos que seguramente aparecerán en la remake que preparan desde la costa opuesta. Su atrevimiento parece tener un solo fin, la denuncia de cómo son esa negligencia, restricción e infantilización de los chicos, aislados cada vez mas por una sociedad que no los comprende, la que genera la violencia y frustración que vemos en las generaciones adolescentes de hoy, que vemos en el hermano del abuson en la película.
Y entonces el final. Un abismo, desde ya, separa a nuestros protagonistas. Pero, por que separarlos, culminar el relato como una apología del conformismo? Por que hacer que Oskar y Eli “crezcan” y que eso implique aceptar sus grises e incomprendidas existencias, esos mundos frustrantes que los encierran? La costumbre y el genero nos lleva a creer que el abismo que los separa (ella vampiro, el no) será demasiado, y que los jóvenes tienen que crecer y aceptar a la sociedad que los rechaza de su seno. Pero por que debería esto ser así?
Como en Coraline, la otra maravilla de este sábado, mejor partir: “huir es vivir”.
Con el pie dado por nuestro verborragico amigo C., me toca hablar de una maravilla como Coraline. Dirigida por Henry Selick, el genio detrás de The Nightmare Befote Christmas, basada en un libro de Neil Gaiman, hay que decir que estamos ante una obra maestra. La artesanía en la creación de cada detalle y el mundo desplegado en cada habitación a partir de estos detalles deslumbran: si, se deben al medio, se sabe: en animación stop motion todo es artesanal, todo es una maqueta, pero no es el medio el que decide el nivel de detallismo, sino las ambiciones creativas de Selick las que lo llevan al stop motion. Filmar el mundo significaría, justamente, una restricción en la capacidad de crear (o un presupuesto inmenso para crear todo un juego de imágenes, que a la vez serian falsas: la creación de Selick es, en todo momento, palpable, mas real que los efectos especiales; y a la vez decididamente fabula, imaginación. Porque el filme es una oda a la creación, a la imaginación, no como escape sino como enriquecimiento de la vida. Entonces, el mundo imaginado tiene que ser creado con responsabilidad: no dejándose llevar por las locuras sin límite que permiten los nuevos medios tecnológicos sino encauzándolos hacia el objetivo de uno. Hay cierta nobleza en la elección de Selick.
Volvamos a la película. Podríamos decir que se trata de una fabula a la inversa: los elementos de las fabulas y del imaginario popular, como también las necesidades y traumas de la protagonista, aparecen representado en ese mundo otro. Y al principio el mundo otro es un sueño, pero luego se vuelve pesadilla. Supone esto un alegato contra la imaginación, un fin del relato típico de las obras que tratan sobre el aprendizaje de los adolescentes donde, finalmente, se acepta la imposibilidad de ese mundo imaginario? Decididamente no: hay un juego decididamente ambiguo sobre la valoración del mundo otro (decíamos, una fabula al revés, sin su moraleja), que si bien termina siendo pesadillesco, también nos recuerda en su final su existencia perpetua dentro de Coraline. Pero no solo eso: en otro golpe de ambigüedad, tampoco es comprobable la real existencia del mundo otro, y todo apunta, efectivamente, a su existencia: no es real pero lo es, como el stop motion. La vuelta al mundo real se da con guantes y padres, pero seguirá siendo aquel mundo el mismo mundo gris del que Coralina escapo: porque aquel mundo tiene aventuras, tiene maldad que hay que derrotar, y no trabajos que hay que cumplir. De esa gris existencia escapa Coraline, un film que recuerda a otra obra maestra: Laberinto (también quiero señalar la afiliación del filme a otro muy similar y también artesanal: Sen to Chihiro no Kamikakushi, de Ghibli). También aquel sufrió las dificultades de esta, imposible de ser catalogada: la de Bowie fue un fracaso, la de Selick recibida con dudas sobre si se trataba de una película para chicos. Claro que podríamos durante párrafos escribir sobre, justamente, la infantilización de los niños, que son los primeros en disfrutar lo morboso y lo ambiguo, deslindados de esa corrección política que Holden Caufiled odiaría; y sobre las etiquetas en el cine, como herramientas para ayudar a vender. No tiene, realmente, objeto. Los filmes para chicos son visiones de los adultos sobre que les gusta a los chicos o, peor, sobre como deben ser los chicos. Ellos Irán necesariamente hacia objetos culturales que no los traten de idiotas y que satisfagan su necesidad y su morbo que los adultos les ocultan. Ese morbo que tan bien describió Silvina Ocampo en sus cuentos: los chicos juegan a matar hormigas con lupas, y son ese juego macabro y ese imaginario los que aparece en la película, y que ha asustado a la crítica que tiene que recomendar la película. La película no se afilia al marketing, pero si a la tradición: la obvia referencia es Alicia, pero como dije arriba aparece también todo el imaginario de los chicos, fabulas, mitos y miedos, vueltos perversos. Sale así a relucir ese mundo infantil censurado, que nace de cierta inocencia macabra, de una curiosidad por lo oculto de los chicos. Allí encuentra su belleza arrolladora el filme, al margen de lo que se dice es bello y es infantil y es adecuado y es terrorífico: en ese horror inocente, sin tapujos o filtros de otro tipo (como por ejemplo, la construcción del horror desde el género). Nos da Selick finalmente una lección de cine: como Coraline a través del espejo, Selick atraviesa el cine, las fabulas, las sicologías, las literaturas, las muestra en su esplendor y luego las desnuda como la obra de un genio malvado que eran. Trastocar el status quo, la tradición: eso debería hacer el cine, romper barreras, imaginar. Pero solo pueden hacerlo, parece, los chicos, que todavía no tienen tantos cajoncitos de conceptos donde meter las experiencias.
-Why are they doing this?
-I don’t want you to think about that
Mis dos amigos se han explayado suficiente, y a mi me toca la película menos buena de las tres así que prometo brevedad, sin saber si voy a poder cumplir con mi palabra (ya no lo estoy haciendo).
Voy a ahorrarme el estado de cosas sobre el cine de terror, hoy una vil simplificación del terror viejo, hecho de lo unico que, supusieron los popes, importaba: sangre y un maniatico con un plan. Hostel, la saga Saw, todas apuntan al asco, y lo único valioso es que exponen cierta insensibilidad de nuestra época que necesita de lo extremo para tener sensaciones. Ese cine, como vehiculo de sensaciones, lo unico que hace, parecen decir sus creadores, es intentar generar algo en un espectador cada vez mas a prueba de emociones.
No deja de ser cierto, pero también sus construcciones demasiado básicas y obvias atenúan la verdadera reacción de una audiencia, esa reacción que se da en esos filmes que te tienen pegado al asiento. Pero como en toda la historia reciente del cine yanqui, que nunca aprendió las lecciones del cine oriental de terror que tanto rehace, se busca el susto fácil y no ese vil suspenso, se busca el shock y no el verdadero miedo. Porque digamos la verdad, hace cuanto no ves una peli yanqui que te de miedo?
The Strangers da miedo, en serio. Acá es la promesa de violencia lo que causa pánico, y esa promesa danza durante toda la película sin aspirar a morbosear o estilizar la violencia, ubicándose contra las nuevas corrientes del supuesto terror.
Se ha apuntado su filiación a este cine nuevo de terror, sin embargo, a causa de su falta de premisas y desarrollo. Pero esta operación no es la misma que la que hacen desde el nuevo cine: en aquellas todo se condensa para ir hacia “lo que importa, lo que vende”, el shock violento; acá todo se condensa y se elide en la búsqueda de una tensión clásica. La construcción del relato y de la tensión es el aspecto mas cuidado, de allí su economía (no de la imperiosa necesidad de mostrar lo menos posible antes del esperado gorefest): por ello, si bien inevitablemente toma cuestiones del nuevo terror, no es un filme gore sino más bien de suspenso clásico.
La violencia esta prácticamente elidida, el regocijo no pasa por ver como se retuerce una mandíbula sino por como nos retorcemos nosotros ante el inevitable fin de los protagonistas, que se retarda y se retarda. Sin embargo, los retardos no son artificiales, como suelen serlo en el nuevo terror (por ejemplo, el aparato que en 5 minutos te saca la mandíbula): no se pierde tiempo en explicaciones, en diálogos, en nada: todo se da por sobreentendido salvo lo relevante (en un acto de confianza en la audiencia poco común en el cine comercial). Y esa elipsis casi total sirve para que el espectador viva esa confusión terrible de no saber que pasa, y no sea tranquilizado con explicaciones. Sin explicaciones pero sin buscar el golpe bajo, sin perder el tiempo en explicaciones pero sin tratar de ganarle al tiempo llenando la pantalla de sangre y sustos: así se construye el filme, cuidadosamente, ladrillo por ladrillo. Por su economía y su confianza en el genero, se trata de un film que es puro genero, y no puro antigenero, como es esta ultima versión del miedo que nos viene llegando, desde el ascenso del cine B a primera A.
Nota al pie: No es un producto perfecto. Pero mas allá de algunos sustos fáciles y de esa frase del final (“la próxima será mas fácil”) que hace algo menos implícito el acierto de que todo sea elíptico, toda explicación borrada, mas allá de algunos mínimos desaciertos, el filme es muy bueno, por la tensión que alcanza, en su dramatismo sin recurrir a la grandilocuencia, en su terrorífico minimalismo: con apenas tres mascaras y una casa rodeada genera terror, con apenas dos anillos y cero diálogos genera empatia, amor, y un cierre perfecto al asalto que sufre la desencontrada pareja.
PD final: hubo algunos desencuentros las semanas que pasaron, por ello recien hoy subimos las películas que vimos hace dos semanas. La que viene, sabado tematico! Stay tuned.
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