sábado, 6 de marzo de 2010

Fantasias inofensivas (de la extravagancia, su comercializacion y su atrofiamiento)

Terry Gilliam. Siempre apuesta a la locura y la imaginacion como vias de desestructurar la realidad felizmente. A menudo esa locura irrumpe en la forma, desestructurandola tambien. A menudo tambien estos cantos a la imaginacion son elegias, cantos de cisne de la agonizante fantasia. La mentira, la ficcion, es vehiculo a la vez de la redencion y la agonia, un escape de la realidad con una realidad siempre presente y triunfante. Sus peliculas mas felices proponen un triunfo de la ficcion (Munchausen, Grimm); las mas tristes, la imposicion de la realidad (Brazil, Tideland). Es una batalla representada en su ultima obra, El Imaginario del Dr. Parnassus.

Esperada por muchos como un fetiche (la ultima de Ledger, tan loca que a pesar de su muerto se continuo con otros actores sin cambiar el guion) la pelicula no pasa de la fetichizacion de la rareza. La extrañeza no es genuina sino que simplemente es una referencia a la extrañeza que el espectador espera que tenga el filme, una rareza superficial, colorinche y complicada. No es un filme ambiguo en el sentido en que se debaten dos fuerzas morales (si algo queda claro es la bajada de linea de la pelicula, aclarada forzadamente en esa escena final atadora de todo cabo suelto) sino simplemente porque nos sumimos en la confusion durante gran parte del filme, y esa extrañeza nos aleja de los personajes. Este distanciamiento lleva a que el final “climatico” arribe sin sentido alguno, sin importancia alguno, como otra secuencia mas de una pelicula descentrada. Para colmo, esa escena misma es toda parte del mundo ficticio dentro de la pelicula, lo cual aumenta el distanciamiento: al resolverse los conflictos en el mundo de los sueños, queda la sensacion de ser una resolucion impostada, falsa, traida por el autor para resolver sus problemas de guion. Como resolver toda una historia a traves de un sueño que le cuenta como eran las cosas realmente al protagonista. Su fantastica trama (porque la trama es genial) y muchos de los aciertos de la puesta de escena (todo lo que es artesanal) llamaban a la extrañeza, claro que si, pero la extrañeza se vuelve esteril, se disuelve en esa confusion digital: no es lo mismo ser raro que ser confuso (eso es simplemente descentramiento) o que ser colorinche y torcido (eso es simplemente extravangancia).

La pelicula continua su distanciamiento formal, en lugar de encantarnos con su extrañeza: la berretez de las frias fromas digitales del mundo espejo, bien salvapantallas, nos hace extrañar las puestas en escena bien barrocas y artesanales de todo el resto de su filmografia. Se trata de una puesta se cree imaginativa pero en todo momento es un plagio colorinche y barato de Tim Burton (a quien tambien, como veremos luego, le queda mejor la artesanalidad que la espectacularidad fria del digital).

Se desperdicia asi no solo una gran historia como es el duelo de Tom Waits (genial siempre) y Parnassus (Chesterton denunciaria a Gilliam por el despilfarro) sino el planteo mismo del film, teoricamente rupturalista en su festejo del irrealismo, que queda esteril: porque la imaginacion, asi, hecha a medida de una audiencia pasiva, no logra desestructurar nada, cumpliendo la peor y tristisima profecia de la pelicula al darse, una vez mas, la constante derrota de los sueños en manos de la suciedad social.

 

 

Pero ya es tiempo de decirlo: si alguien ha hecho punta en esto de mercantilizar lo freak, lo extravagante, no es el pobre Terry, cuyos ultimos filmes –Tideland (arriesgadisima y brillante obra hipnotica y terrorifica, quizas su mejor pelicula y genuina en su horrenda extrañeza), Los Hermanos Grimm(curiosamente, los Grimm es un film mas convencional pero mucho mas redondo y perfecto que este ultimo intento pretencioso y marquetinero)- no fueron justamente un exito de taquilla.

 

Es el señor Tim Burton.

 

Con Big Fish ya algo olia mal (el pescado). Habia logrado adaptar su vision oscura y torcida del mundo a algo maravillosamente feliz.

La adaptacion de La fabrica de chocolates confirmo que era un genio cineasta, pero tambien confirmo que habia encontrado su mercado: sus historias no eran mas cosa rara, no denunciaban mas la otredad. Eran ahora cuentos totalmente convencionales, de triunfos y crecimientos, bien Disney, con detalles bien Burton, raritos. Eran la adaptacion de su cine a las masas. No se trata sino de una observacion: el humor burtoniano, esa sequedad, mantiene una distancia mayor que la que tienen los escritores clasicos de Disney. Pero para demostrar cuanto se habia acercado, justamente, Burton a “la onda Disney”... no hace falta sino saber que su ultima obra la encargo el mismisimo Walt (dicen).

El cine presentaba cola de media hora para sacar entradas antes de abrir, y a la noche estaban, obviamente, agotadas. Cine lleno, gran expectativa. Inclusive aplausos cuando aparece Johnny Depp (su rol mas desdibujado y, en tono a la obra de Burton, simplemente autorreferencial de sus “quirks”, sus rarezas tipicas).

Todos se van contentos del cine, pero la pelicula algo defrauda, a varios. Que pasa?

Falta delirio, falta genialidad, falta berretez y desviacion, falta oscuridad. Sobra bajada de linea emotiva y demasiada produccion, demasiada “seriedad”, sobre todo para una historia (otra vez denuncia Chesterton) originalmente subversiva justamente por cierta anarquia de contenido y sentido.

Los detalles del director siguen vigentes (geniales las reinas) pero en muchos sitios, inclusive, tambien pierde fuerza (el diseño de varios personajes y escenarios es altamente convencional o, a lo sumo, simplemente copiado del viejo Burton que todos esperan, referencial de su obra pasada). Y detras de esa superficie cuidadamente burtoniana, aumentada por el digital hasta el preciosismo barato (otra vez, salvapantallas), se esconde la misma historia de siempre, con los mismos aprendizajes morales, los finales climaticos y esa musica incidental insoportable de pelicula de Hallmark (han cooptado a Danny Elfman tambien)

Tim Burton pierde su muchness: deja de ser un raro de corazon para ser un extravagante, un tipo con algunas cosas raras, pero, a la larga, capaz de producir una fabula fantastica absolutamente convencional, muy a tono con lo que pide el mercado. Dragones, grandeza digital en cada escena y, claro, batallas espectaculares y climaticas para desplegar la maquinaria computacional al mango y que los anteojos 3D cumplan mas que su funcion meramente estetica. Del 3D dador de vida de la artesanal Jack saltamos a este 3D totalmente digital y esteril de Alicia.

Pero los cines se llenan: Disney lo logra. Entra al mercado freak, tan en boga hoy en dia. Es la peor pesadilla de Burton, del viejo, del que dirigio Ed Wood.


 

(Prometemos proximamente un especial menos ortiva con buenos estrenos del genero fantastico)

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